
El enigma del Códice Ramírez: un viaje al origen de la historia indígena
Un hallazgo inesperado en una antigua biblioteca
Corría el año de 1856 cuando el bibliógrafo José Fernando Ramírez, curioso y apasionado por los documentos antiguos, encontró en la biblioteca del Convento Grande de San Francisco de México un manuscrito sorprendente. Aunque su nombre original se perdió con el tiempo, hoy lo conocemos como Códice Ramírez, en honor a su descubridor.
Nombrado con precisión histórica, el manuscrito lleva por título: Relación del origen de los indios que habitan esta Nueva España según sus historias. Consta de 269 fojas, cuidadosamente encuadernadas en un formato entre 23 y 25 cm. Actualmente, este valioso documento reposa en la bóveda de códices de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, en la Ciudad de México. Por su fragilidad y valor, su consulta requiere una solicitud formal aprobada por autoridades especializadas.
¿Quién escribió realmente este manuscrito?
Durante mucho tiempo, Ramírez creyó que el códice era una copia fiel de un antiguo texto indígena. Pero en 1879, el antropólogo suizo Adolph Bandelier dio a conocer una edición en inglés, publicada en 1860 por el coleccionista Thomas Phillipps. Esta edición incluía un intercambio de cartas entre dos figuras clave del siglo XVI: el jesuita Juan de Tovar y el sacerdote José de Acosta. Gracias a estas cartas, se reveló que Tovar fue el verdadero autor del manuscrito, y que Phillipps no trabajó con el códice hallado por Ramírez, sino con otro documento muy similar, hoy conocido como Manuscrito Tovar, resguardado en la Biblioteca John Carter Brown, en Estados Unidos.
Dos versiones, un solo autor
Hoy sabemos que el Códice Ramírez y el Manuscrito Tovar son versiones distintas del mismo trabajo realizado por Tovar. Sin embargo, el camino que siguió el manuscrito hallado en México sigue siendo un misterio.
Entre 1568 y 1589, el el virrey Martín Enríquez de Almanza encomendó a Tovar la tarea de escribir sobre la historia y conquista de este nuevo territorio. Tovar se basó en fuentes como libros y testimonios de sabios indígenas de los pueblos de Tula, Tetzcoco y Tenochtitlan. Al finalizar, Tovar entregó su trabajo a un religioso llamado Portillo con la esperanza de que lo copiara y publicara, pero esto nunca ocurrió. El texto original se perdió en el tiempo.
Más tarde, motivado por el interés de José de Acosta, Tovar reescribió su historia. Se apoyó en lo que recordaba y también en la obra de un fraile dominico muy cercano a él: fray Diego Durán. La relación entre ambos textos puede verse claramente, pues las semejanzas con el Códice Ramírez y el Manuscrito Tovar son notables.

¿Cuál fue el primero? ¿Y qué fue lo que realmente escribió Tovar?
No hay certeza sobre cuál versión se escribió primero. Sin embargo, sabemos que fray Diego Durán terminó su Historia de las Indias en 1581, y que Tovar probablemente la utilizó como base. A su vez, Acosta publicó su Historia natural y moral de las Indias en 1589, lo que sugiere que Tovar escribió su segunda versión entre esas fechas. Una teoría plantea que Tovar envió una copia a España para Acosta (el Manuscrito Tovar), mientras que el Códice Ramírez pudo haber sido un borrador o una versión complementaria. Incluso hay quienes piensan que fue una copia hecha por franciscanos, lo que explicaría su hallazgo en el Convento de San Francisco.
La Crónica X: la fuente perdida que une historias
A lo largo de más de 160 años, el Códice Ramírez ha despertado el interés de numerosos historiadores. Desde el siglo XX, su estudio va de la mano con otras obras como la de Durán, la de Alvarado Tezozómoc (Crónica Mexicana) y la de Acosta. Una hipótesis que ha cobrado fuerza es la existencia de una fuente más antigua, conocida como la Crónica X. Robert Barlow, apasionado lector de H.P Lovecraft, crea este término en 1945 después de estudiar y analizar las similitudes entre las obras. Con su texto construyó una base sólida sobre la teoría de la crónica perdida.
Esta crónica, aún no localizada, pudo haber sido una colección de imágenes y saberes orales recopilados por sabios indígenas. Las ilustraciones que vemos en los códices de Tovar, Durán y Ramírez podrían ser los últimos rastros de esos códices desaparecidos, mientras que los textos serían el intento de conservar la voz de los pueblos originarios de México.
La relación entre los códices resulta muy interesante porque parece que cuentan una misma historia desde diferentes perspectivas. Los investigadores no se han logrado poner de acuerdo. Paul Radin (1920) dice que el Códice Durán y el Ramírez relatan los mismos hechos pero se centran alrededor de diferentes dirigentes. Barlow, en contraste, piensa que el Códice Ramírez es resumen del Durán o de la Crónica Mexicana, pero el Códice Ramírez es más que una copia. Historiadores como Cristopher Couch (1991) creen que el manuscrito realmente se compone por dos obras separadas: una versión corta del Códice Durán y un trabajo inédito que se enfoca en el pueblo de Texcoco en lugar de Tenochtitlan. Son estas diferencias las que llevan a pensar que hay un texto original del cual se derivan los manuscritos.
Algunos investigadores creen que la Crónica X no era un único documento, sino una especie de biblioteca indígena que combinaba varios textos, imágenes e incluso tradición oral. Recientes investigaciones plantean la posibilidad de que diversos códices y manuscritos, como la Crónica Mexicayótl, también son parte de esta fuente primigenia. Entonces, ¿qué es la Crónica X? Una incógnita latente, un compendio de saberes y un tesoro cultural que fue en parte conservado gracias a figuras como Durán, Tezozómoc, Tovar y Acosta, quienes dejaron testimonio de un pasado que sigue siendo, en gran parte, un misterio que está aún lejos de resolverse.


“Si la Crónica X no existiera, sería necesario inventarla”. (Barlow, 1945)
Referencias: